El papel político de la judicatura en una democracia
Nadie niega la importancia que ha asumido el Poder Judicial en nuestro sistema político, en especial tras el proceso de modernización vivido en los últimos años.
Este proceso, que se dio con intensidad a partir de la década de los 80 en distintos países de América Latina y Europa, se vivió en República Dominicana a partir de 1997, esta tardanza significó una ventaja comparativa que le permitió analizar otras experiencia al momento de tomar decisiones.
Pretendo presentar una síntesis –confío en que lo suficientemente exhaustiva-, sobre las relaciones entre el sistema judicial y el sistema político y la forma en que las mismas se ven condicionadas.
El tema está enfocado desde una perspectiva comparada, que nos permite considerar lo que ocurre en otros países, ya que no se trata de un problema aislado de República Dominicana, sino que afecta en distintas medidas a todas las democracias. Para los dominicanos, sin embargo, esta problemática merece una atención especial, por la manera aguda como se manifiestan estas relaciones.
Por otra parte, el análisis comparado también ayuda a comprender la extrema complejidad de las relaciones entre la justicia y la política. Como veremos, muchos son los factores en juego, y con frecuencia enlazados entre si, de modo que toda intervención se ha ce particularmente compleja ¿Peligrosa, difícil?, sobre todo en un momento en que las relaciones institucionales entre justicia y política se abren paso en nuestro país.
Es por todo esto que se hace necesaria una reflexión, si se quiere hacer más congruente nuestro orden con las características fundamentales del régimen político que hemos elegido para pertenecer: el de las democracias institucionales.
Los años transcurridos desde la reforma constitucional de 1994, y los posteriores acontecimientos ocurridos a partir de 1997, no han hecho mas que confirmar la tendencia del Poder Judicial dominicano a expandirse en el marco del régimen democrático bajo perturbaciones cíclicas.
Este es el proceso de tensión que produce la institucionalización del la función judicial en el marco de una sociedad eminentemente política; y las recientes pretensiones de reforma constitucionales parecen mostrar una posterior acentuación de este fenómeno.
En este contexto, la República Dominicana tiene su especificidad. Mientras tradicionalmente sólo países como los Estados Unidos de América y algunos países de América Latina y Europa mostraban un poder judicial fuerte, en los últimos tiempos las iniciativas mas clamorosas se han dado en República Dominicana, que presentan magistraturas con algunos rasgos comunes a las de los países indicados.
El modelo del proceso de reforma judicial dominicano se distingue hoy en día por una separación mas clara entre el cuerpo judicial y las otras profesiones jurídicas, por un orden pronunciado, y sobre todo, por la menos influencia del sistema político y en especial del Poder Ejecutivo.
El llamado modelo Judicial dominicano, distinto a la gran mayoría de los países de América Latina, ha conocido importantes cambios, desde la consolidación del órgano de auto gobierno, la Suprema Corte de Justicia, que ha traído consigo un gradual pero decidido refuerzo de las garantías de independencia interna y externa, hasta el fortalecimiento de las formas de control constitucional de las leyes, que ha redefinido la relación juez-ley, fortaleciendo, además, la posición del Supremo Tribunal en funciones de casación, como vértice del sistema judicial.
El resultado es que hoy el sistema político, en especial el Poder Ejecutivo y parte del Poder Legislativo, disponen de menos ocasiones de influencia; y la magistratura de la República Dominicana, esta mucho mas diversificada que antes en su orientación de valores, así como en la distribución del poder interno.
La República Dominicana comparte con el resto de América Latina, Italia, Portugal y España la experiencia de una transición post-autoritaria, que ha tenido como consecuencia, entre otras, un fuerte impulso para reforzar las instituciones de garantía con la magistratura.
En este proceso ha sido importante le papel que ha jugado la sociedad civil y la estrecha relación que se ha desatado entre los distintos países a través de los organismos internacionales que han apoyado la difusión en América, España y Francia de lo que se ha llamado el modelo de reforma judicial Dominicano.
Aunque el caso dominicano se diferencia de Francia, mantiene sus rasgos derivados de la gran reforma napoleónica del siglo XIX, donde el tradicional prestigio del poder ejecutivo, reforzado por la constitución de 1948, ha frenado, aunque no impedido, el proceso de refuerzos de las prerrogativas del cuerpo judicial.
Una situación parecida sucede en España, sobre todo después de 1982, donde gracias a la fuerte posición política adquirida por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se bloqueo el proceso de expansión de la independencia de la magistratura española y también, al menos durante cierto período, se invirtió la Reforma del Consejo General del Poder Judicial de 1985.
En realidad el proceso de reforma judicial en estos países, al igual que en muchos de América Latina, se ha visto frenado pero no detenido. En la república Dominicana la expansión del poder judicial parece ser un proceso que sigue en medio de constantes amenazas cíclicas.
Se concluye, pues, que la expansión del Poder Judicial es un proceso innato de las democracias contemporáneas, pero también es cierto que en la República Dominicana, a fin de regular sus posibles consecuencias negativas, ha sido necesario reformar el entramado institucional de la magistratura, teniendo como base la reforma constitucional de 1994, la posterior promulgación de la Ley de Carrera Judicial y el reglamento de Carrera establecido por la Suprema Corte de Justicia.
A este propósito, no es fácil evaluar la reacción de un actor crucial en el sistema democrático como lo es la clase política que cohabita en los partidos, y fuera de ellos de manera ideológica.
Cabe recordar que en un primer momento, muy al principio del proceso de reforma, un determinado sector de esa clase política, infravaloró el problema, pensando que se trataba sólo de episodios pasajeros, fácilmente controlables, cuando no instrumentalizables dentro del juego político.
Después al comprobarse que los tradicionales instrumentos de control jerárquico burocrático no funcionaban, aparecieron fundamentalmente dos estrategias, que no se excluyen entre si.
La primera pretende intervenir de manera clientelista en los mecanismos de reclutamiento y permanencia de los magistrados, y de esa manera hacer inefectivos los mecanismos institucionales actuales, de mejoramiento de las cualidades profesionales de los jueces para responder a la demanda de la sociedad de contar con una judicatura mas responsable, es decir, contar con jueces atentos a ejercer sus funciones de manera independiente e imparcial.
La segunda estrategia que empieza a gestarse es la que trata de controlar la magistratura, insertándola en una red de negociaciones que tiene como protagonistas a sus representantes y a la clase política, y a la que podríamos llamar vía neo-corporativa.
La primera parece ser mas eficaz aún cuando cuenta con una gran tasa de rechazo. La segunda promete resultados inmediatos pero deja problemas sin resolver cuando no los agrava.
Las relaciones del sistema judicial y el sistema político se ven condicionadas entonces por múltiples factores: el proceso de selección de los jueces, las funciones que efectivamente desempeñan, su organización, el modo de designar a los miembros del ministerio público y las relaciones entre éste y la judicatura.
Este proceso, que se dio con intensidad a partir de la década de los 80 en distintos países de América Latina y Europa, se vivió en República Dominicana a partir de 1997, esta tardanza significó una ventaja comparativa que le permitió analizar otras experiencia al momento de tomar decisiones.
Pretendo presentar una síntesis –confío en que lo suficientemente exhaustiva-, sobre las relaciones entre el sistema judicial y el sistema político y la forma en que las mismas se ven condicionadas.
El tema está enfocado desde una perspectiva comparada, que nos permite considerar lo que ocurre en otros países, ya que no se trata de un problema aislado de República Dominicana, sino que afecta en distintas medidas a todas las democracias. Para los dominicanos, sin embargo, esta problemática merece una atención especial, por la manera aguda como se manifiestan estas relaciones.
Por otra parte, el análisis comparado también ayuda a comprender la extrema complejidad de las relaciones entre la justicia y la política. Como veremos, muchos son los factores en juego, y con frecuencia enlazados entre si, de modo que toda intervención se ha ce particularmente compleja ¿Peligrosa, difícil?, sobre todo en un momento en que las relaciones institucionales entre justicia y política se abren paso en nuestro país.
Es por todo esto que se hace necesaria una reflexión, si se quiere hacer más congruente nuestro orden con las características fundamentales del régimen político que hemos elegido para pertenecer: el de las democracias institucionales.
Los años transcurridos desde la reforma constitucional de 1994, y los posteriores acontecimientos ocurridos a partir de 1997, no han hecho mas que confirmar la tendencia del Poder Judicial dominicano a expandirse en el marco del régimen democrático bajo perturbaciones cíclicas.
Este es el proceso de tensión que produce la institucionalización del la función judicial en el marco de una sociedad eminentemente política; y las recientes pretensiones de reforma constitucionales parecen mostrar una posterior acentuación de este fenómeno.
En este contexto, la República Dominicana tiene su especificidad. Mientras tradicionalmente sólo países como los Estados Unidos de América y algunos países de América Latina y Europa mostraban un poder judicial fuerte, en los últimos tiempos las iniciativas mas clamorosas se han dado en República Dominicana, que presentan magistraturas con algunos rasgos comunes a las de los países indicados.
El modelo del proceso de reforma judicial dominicano se distingue hoy en día por una separación mas clara entre el cuerpo judicial y las otras profesiones jurídicas, por un orden pronunciado, y sobre todo, por la menos influencia del sistema político y en especial del Poder Ejecutivo.
El llamado modelo Judicial dominicano, distinto a la gran mayoría de los países de América Latina, ha conocido importantes cambios, desde la consolidación del órgano de auto gobierno, la Suprema Corte de Justicia, que ha traído consigo un gradual pero decidido refuerzo de las garantías de independencia interna y externa, hasta el fortalecimiento de las formas de control constitucional de las leyes, que ha redefinido la relación juez-ley, fortaleciendo, además, la posición del Supremo Tribunal en funciones de casación, como vértice del sistema judicial.
El resultado es que hoy el sistema político, en especial el Poder Ejecutivo y parte del Poder Legislativo, disponen de menos ocasiones de influencia; y la magistratura de la República Dominicana, esta mucho mas diversificada que antes en su orientación de valores, así como en la distribución del poder interno.
La República Dominicana comparte con el resto de América Latina, Italia, Portugal y España la experiencia de una transición post-autoritaria, que ha tenido como consecuencia, entre otras, un fuerte impulso para reforzar las instituciones de garantía con la magistratura.
En este proceso ha sido importante le papel que ha jugado la sociedad civil y la estrecha relación que se ha desatado entre los distintos países a través de los organismos internacionales que han apoyado la difusión en América, España y Francia de lo que se ha llamado el modelo de reforma judicial Dominicano.
Aunque el caso dominicano se diferencia de Francia, mantiene sus rasgos derivados de la gran reforma napoleónica del siglo XIX, donde el tradicional prestigio del poder ejecutivo, reforzado por la constitución de 1948, ha frenado, aunque no impedido, el proceso de refuerzos de las prerrogativas del cuerpo judicial.
Una situación parecida sucede en España, sobre todo después de 1982, donde gracias a la fuerte posición política adquirida por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se bloqueo el proceso de expansión de la independencia de la magistratura española y también, al menos durante cierto período, se invirtió la Reforma del Consejo General del Poder Judicial de 1985.
En realidad el proceso de reforma judicial en estos países, al igual que en muchos de América Latina, se ha visto frenado pero no detenido. En la república Dominicana la expansión del poder judicial parece ser un proceso que sigue en medio de constantes amenazas cíclicas.
Se concluye, pues, que la expansión del Poder Judicial es un proceso innato de las democracias contemporáneas, pero también es cierto que en la República Dominicana, a fin de regular sus posibles consecuencias negativas, ha sido necesario reformar el entramado institucional de la magistratura, teniendo como base la reforma constitucional de 1994, la posterior promulgación de la Ley de Carrera Judicial y el reglamento de Carrera establecido por la Suprema Corte de Justicia.
A este propósito, no es fácil evaluar la reacción de un actor crucial en el sistema democrático como lo es la clase política que cohabita en los partidos, y fuera de ellos de manera ideológica.
Cabe recordar que en un primer momento, muy al principio del proceso de reforma, un determinado sector de esa clase política, infravaloró el problema, pensando que se trataba sólo de episodios pasajeros, fácilmente controlables, cuando no instrumentalizables dentro del juego político.
Después al comprobarse que los tradicionales instrumentos de control jerárquico burocrático no funcionaban, aparecieron fundamentalmente dos estrategias, que no se excluyen entre si.
La primera pretende intervenir de manera clientelista en los mecanismos de reclutamiento y permanencia de los magistrados, y de esa manera hacer inefectivos los mecanismos institucionales actuales, de mejoramiento de las cualidades profesionales de los jueces para responder a la demanda de la sociedad de contar con una judicatura mas responsable, es decir, contar con jueces atentos a ejercer sus funciones de manera independiente e imparcial.
La segunda estrategia que empieza a gestarse es la que trata de controlar la magistratura, insertándola en una red de negociaciones que tiene como protagonistas a sus representantes y a la clase política, y a la que podríamos llamar vía neo-corporativa.
La primera parece ser mas eficaz aún cuando cuenta con una gran tasa de rechazo. La segunda promete resultados inmediatos pero deja problemas sin resolver cuando no los agrava.
Las relaciones del sistema judicial y el sistema político se ven condicionadas entonces por múltiples factores: el proceso de selección de los jueces, las funciones que efectivamente desempeñan, su organización, el modo de designar a los miembros del ministerio público y las relaciones entre éste y la judicatura.
12 Comments:
Desde el momento en que una sociedad, hay violaciones por parte de las autoridades, y el sistema judicial es que es capaz de llevar al orden jurídico, la judicatura está contribuyendo al fortalecimiento de una sociedad democrática.
Matilde Cruz
Mi opinión personal es que el papel que tuvo nuestro actual presidente de la republica en el año 1998 creó las bases de lo que se ha vivido en el ámbito judicial y de lo que vendrá con el respeto a la no ingerencia del Poder Ejecutivo con el Poder Judicial, dando como consecuencia la seguridad hacia un Poder Judicial realmente independiente preparado comedido y con capacidad para tomar decisiones aun en contra de otros poderes del Estado.
Nos falta recorrer un camino, realizar algunos cambios, no estoy de acuerdo con el rol vitalicio, pero si de continuidad de garantía a los fines de fortalecer la institución.
El apoyo de los distintos organismos entre ellos la sociedad civil, les ha servido de base para su fortalecimiento. La independencia también del ministerio público es un avance y va con miras a crear no dioses, si no a fortalecer una pieza clave en la correcta administración de justicia.
Dra, Cintia Alvarado
Matricula: 2005-8210
Matrícula No. 2005-8264
Desde la instauración de la República Dominicana como un Estado los cimientos que han sostenido la sociedad se han caracterizado por ser fruto de una estructura política piramidal que constituyen los Tres Poderes del Estado. Sin embargo, el posicionamiento de cada uno de estos tres poderes en la cúspide era directamente proporcional al contexto socio-jurídico en el que se encontraba la sociedad. En la actualidad, los esfuerzos de dirección de los Estados, o al menos de aquellos que creen en conceptos revolucionarios como la independencia y la constitucionalización del Derecho, están enfocados en crear una estructura política, esta vez lineal, que coloque a los Poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo en un mismo bloque, en una especie de igualdad de condiciones. La historia dominicana muestra como el Poder Judicial siempre se ha visto lesionado, discriminado y echado a un lado, pero a pesar de ello la Magistratura ha sabido sobreponerse mediante el apoyo de la sociedad civil, abriendo paso a reformas cada vez más significativas y coyunturales, obteniendo como resultado la expansión del Poder Judicial. Dicha expansión se encuentra limitada debido a que una gran parte de la sociedad (la mayoría sin un argumento sólido) entiende que no deben existir relaciones entre el Poder Político y el Poder Judicial, muy a pesar de que para este último es parte de su naturaleza existencial. Pero estamos en una etapa en que se está tratando de romper con esas concepciones, que más que antiguas están impregnadas de un aire iusnaturalista, y donde las situaciones sociales, económicas, jurídicas y hasta políticas han conducido a la sociedad a analizar sobriamente la importancia de ese Poder Judicial mediador, regulador de la sociedad en el diario vivir.
Como bien manifiesta el profesor Arache en el anterior comentario los jueces trazan políticas con sus decisiones, por lo que es vital que se entienda el gran rol que desempeñan los mismos y por ende la importancia del proceso de adecentamiento que se esta procurando en la justicia con lo relativo a sus jueces por medio de los concursos públicos, la evaluación del desempeño y la capacitación, de igual manera por la critica objetiva que la sociedad produzca a la sentencias de sus jueces, por lo que se debe continuar en esta línea y procurar fortalecerla cada día mas, para el sostenimiento de un poder judicial respetado por la sociedad.
Es un derecho de toda sociedad democrática demandar justicia. La justicia a su vez debe estar integrada por los hombres y mujeres justos, ciudadanos ejemplares, responsables, capaces, transparentes, humanos, que traten a los demás igual como ellos desean ser tratados; es decir con consideración y respeto. Los jueces no deben solo limitarse a dirimir los conflictos sometidos a su consideración, sino también ser entes moderadores, conciliadores y enviar mensajes éticos en sus decisiones. Además deben ser ejemplo de ciudadanos, tanto en su función como en sus actividades personales para que vayan en consonancia con su investidura. Deben tratar de crear una sociedad más justa con decisiones impregnadas de equidad que conlleven a la reducción de las amplias diferencias sociales.
Por Semíramis Olivo de Pichardo
EL PAPEL POLITICO DE LA JUDICATURA EN LA DEMOCRACIA
La evolución de la mayoría de los sistemas jurídicos así como también de toda la normativa jurídica internacional, apuntan a la idea de la existencia de un poder judicial independiente e imparcial. Que siendo uno de los principales poderes del Estado, garantice una tutela judicial efectiva. Así, dicho poder adquiere cada vez más importancia dentro de la sociedad, pues se ha entendido que de él depende que la solución a las controversias que se planteen, se resuelvan con el debido apego a la Ley. En este sentido, gracias a esa misma evolución, la figura del juez es entendida en la actualidad como el verdadero protagonista de la solución de disputas. Pues éste, ejerciendo su facultad de interpretación y argumentación, crea verdaderas políticas. Es aquí donde radica el papel político de la judicatura en una democracia. Pues toda vez que los jueces decidan controversias que afecten a la sociedad en su totalidad, con sus sentencias crean verdaderas políticas, las cuales se han llegado a considerar puro derecho positivo. No obstante esto, no queremos afirmar que los jueces tienen una amplia y absoluta discrecionalidad para con sus decisiones crear derecho positivo. Así el mismo poder judicial no es absoluto ni ilimitado. En fin, se puede afirmar que gracias también a esa evolución de la normativa jurídica, nuestro país avanza y continúa construyendo la estructura para formar instituciones concretas, apegadas a todos los valores y principios reconocidos en los textos constitucionales. Concluimos apoyando la idea de que el poder judicial dominicano se encuentra en la actualidad con una fortaleza tan grande que le permite obtener la confianza de la mayoría de la sociedad. Así, resulta difícil considerar que cualquier otro poder del Estado se inmiscuya en sus funciones e intente afectar o alterar la esencia del mismo. Cabe perfectamente recordar la tan aludida frase “Al César lo que es del César…”
Anné Gómez.-
Sería un acto de mezquindad negar la importancia del poder judicial en la democracia, y como la sociedad ha ido generando cambios hacia el poder judicial. Uno de los espejos mas fieles de la evolución social , económica , institucional y en mil aspectos más es el poder judicial .
En nuestro país, producto del influjo de los constituyentes americanos de 1787 , dotamos a nuestros jueces del control difuso ,pero sólo a partir de la reforma constitucional de 1994 ,con la incorporación de un control concentrado de constitucionalidad podemos decir que existe un papel político del Poder Judicial. No creo ser justo decir que ha sido el único momento que nuestra corte de casación ha tenido esta facultad (en 1844 tenía el derecho de decidir la nulidad o no de toda ley emanada de las cámaras del congreso) ,pero que gracias a esto se han creado condiciones para el repseto de las instituciones y de la Constitución.
nestor saviñón 2005-8054.
Sería un acto de mezquindad negar la importancia del poder judicial en la democracia, y como la sociedad ha ido generando cambios hacia el poder judicial. Uno de los espejos mas fieles de la evolución social , económica , institucional y en mil aspectos más es el poder judicial .
En nuestro país, producto del influjo de los constituyentes americanos de 1787 , dotamos a nuestros jueces del control difuso ,pero sólo a partir de la reforma constitucional de 1994 ,con la incorporación de un control concentrado de constitucionalidad podemos decir que existe un papel político del Poder Judicial. No creo ser justo decir que ha sido el único momento que nuestra corte de casación ha tenido esta facultad (en 1844 tenía el derecho de decidir la nulidad o no de toda ley emanada de las cámaras del congreso) ,pero que gracias a esto se han creado condiciones para el repseto de las instituciones y de la Constitución.
nestor saviñón 2005-8054.
La reforma judicial al igual que todos los procesos de reforma dentro del Estado son de naturaleza política. El proceso de reforma del sistema judicial dominicano se da como una consecuencia necesaria del conjunto de reformas desarrolladas a partir del concenso de washington. El cambio a un modelo economico de servicios hace necesario un nivel de seguridad juridica que reduzca el riesgo y estimule la inversion extranjera. Esto ha sido entendido por una parte de las elites dominicanas, pero no por la dirigencia politica (partidos) que sustentaba en parte su poder sobre el otrora fuerte control que ejercian sobre las instancias judiciales. Esa clase politica no se ha reformado y obstruye los procesos, no obstante su poder se diluye. Nuevos actores sociales (sociedad civil, empresarios, cooperacion internacional) amplian su incidencia forzando a la busqueda de un nuevo equilibrio. Este proceso favorece el fortalecimiento del sistema judicial, no ya desde adentro (proceso en gran medida acotado), si no desde afuera, promoviendo la independencia del sistema, su autonomia real. El exito de esta fase dependerá de la identificacion de aliados y recursos que presionen cada vez más por un sistema judicial imparcial, fuerte y sano.
La división de los poderes, o como me gusta llamrlo, la interrelación de los mismos, sólo es posible si a cada uno de ellos se les permite cumplir a cabalidad la función que le caracteriza. Si como ocurría anteriormente le Poder Judicial era evidentemente politizado debido a la forma de selección de los jueces, mediante decisiones del legislativo, no podríamos er destinatarios de una verdadera JUtsicia. Sin embargo, tampoco aludiendo o mejor dicho, escondiéndose tras elprincipio de marras tampoco es posible que los jueces se rehúsen a inaplicar o declarar inconstitucional una ley bajo la amenaza de interferir con el criterio legislativo. Elequilibrio entre ambas posturas es tenue, pero de no existir la judicatura podría muy bien dejar de existir como un Tercer Poder tal como ocurre en Francia.
patricia Rodríguez T. 98-0640
Pretender que nuestro Poder Judicial no ha sufrido grandes cambios positivos, tales como el proceso de modernización y una cierta independencia del mismo, seria restarnos meritos al desarrollo que hemos estado alcanzando como nación.
A pesar de haber sido un cambio lento comparado al de otras naciones, como bien se señalada, hemos tenido la oportunidad de enriquecernos y aprender de los ejemplos de otras Estados. Ahora bien, lo que si es innegable es que estos cambios han traído consigo cierta resistencia de un Poder Político y/o hasta Ejecutivo que todavía no se acostumbra a la idea de no contar como aliado con el Poder Judicial.
Falta camino por recorrer pero no debemos desalentarnos en la idea de lograr el Poder Judicial que merecemos como Nación.
Altabeira
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